Desde mi cárcel II

Llega la hora de dormir, ese momento crucial al que tanto miedo le has tenido durante demasiado tiempo, cierras los ojos, y vuelve el miedo, a aparecer en aquel bosque, o a que nunca te hayas despertado de aquella anestesia, y si sólo fuera miedo, si sólo fuera como cuando de pequeña veía alguna película no apta para mi edad y de la que caminaba por el pasillo me convencía de que no era real, y me repetía una y otra vez que todo iba bien, que no había nada debajo de mi cama, que no había nada en mi armario, que nadie podría trepar a un quinto piso, si realmente tuviese miedo a lo que esta fuera, todo seria más sencillo, pero no es así, ese miedo, esa angustia que no puedo controlar, es únicamente provocada por lo que aparece cuando cierro los ojos, algo de lo que se que no puedo escapar, porque va conmigo a todas partes, porque me persigue como el más maquiavélico psicópata...

Así qué, con el miedo en el cuerpo te tumbas en la cama, te tapas e intentas hacer cualquier cosa que te distraiga un poco de tus temores, y, sorprendentemente lo consigues... Hablas y hablas y hablas y por algún motivo que no entiendes, y que desde luego no quieres entender, te quedas tranquila, pero el momento tiene que llegar... Pones música, cierras los ojos e intentas soñar despierta, sueñas con las cosas bonitas que podrían pasarte, sueñas con alguien que te abrace a la mañana siguiente, sueñas con tu vida, con. Cualquier cosa que sea mejor de lo que vives, porque aunque sigues encerrada, aunque sigues en una cárcel de cristal, parece que las paredes se van ensanchando poco a poco, parece que ahora es más fácil respirar, te grabas una imagen en la mente, y con esa tranquilidad, sin taquicardia en el pecho, sin angustia y dolor, sencillamente.... Te quedas dormida.... Y esperas, sorprendida, un nuevo día, que, raramente, deseas que llege....